La flauta es uno de los instrumentos más antiguos, pues por su sencillez se encuentran testimonios de la existencia de alguna de sus formas en todas las culturas. Los romanos la llamaron “tibia”, “fístula” y “cálamus” porque solía hacerse del hueso llamado tibia o de una caña vegetal o metálica. Se han hallado en antiguas ruinas flautas griegas y romanas de hueso y de bronce.
La flauta dulce o flauta de pico se volvió muy popular en la Edad Media, los cuartetos de cuerdas fueron muy comunes en esas épocas. Con el paso del tiempo, con la creación de los grandes teatros, el sonido de la flauta dulce se empezó a considerar muy pequeño para esos escenarios y su uso fue siendo relegado. Fue hasta el inicio del siglo XX cuando renació el interés por este instrumento y se propagó su aprendizaje.
La flauta transversa o travesera tradicional estaba fabricada en madera y básicamente consistía en un tubo en el cual se practicaban los pertinentes orificios. Su mayor apogeo fue durante la era barroca. En el siglo XIX Theobald Böhm perfeccionó el instrumento, modificando el método de fabricación, añadiéndole nuevos orificios e introduciendo un sofisticado sistema de llaves, más ergonómico, que facilitaba la digitación. Desde entonces el diseño de la flauta travesera no ha sufrido prácticamente cambios de importancia. Sin embargo, los materiales para fabricarla sí han cambiado.